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La malabsorción y la intolerancia a la lactosa no implican la eliminación de los lácteos de la dieta

La malabsorción implica que el intestino no procesa ni asimila bien, mientras que la intolerancia se caracteriza por la aparición de molestias o síntomas digestivos originados por esta malabsorción de la lactosa. La malabsorción y la intolerancia a la lactosa son dos trastornos relacionados con la lactosa. La malabsorción implica que el intestino no la procesa ni la asimila bien, mientras que la intolerancia se caracteriza por la aparición de molestias o síntomas digestivos originados por esta malabsorción de la lactosa. Ambas son trastornos muy frecuentes. Se estima que, en España, un tercio de la población padece malabsorción, y entre el 20% y el 40%, intolerancia a la lactosa. En caso de sospecha de una de las dos, se deben realizar pruebas diagnósticas adecuadas. La más clásica es el test del aliento de hidrógeno, que se efectúa ingiriendo leche o lactosa para recoger muestras del aire exhalado donde se determina la concentración de hidrógeno. Un incremento excesivo en la excreción de hidrógeno en el aliento conduciría al diagnóstico de malabsorción de lactosa. El principal carbohidrato presente en todos los tipos de leche, incluida la materna, es la lactosa. Estos trastornos se relacionan con la producción insuficiente de la enzima lactasa (hipolactasia) en el intestino. En caso de hipolactasia, la lactosa que no se absorbe transita por el intestino delgado y, al alcanzar el colon, es fermentada por las bacterias de la microbiota, que puede originar síntomas digestivos como la producción de ácidos y gases (hidrógeno, dióxido de carbono y, a veces, metano). Una de las principales recomendaciones de la SEPD es evitar la eliminación completa de los lácteos, manteniendo el consumo de una cantidad que no provoque síntomas. «Es habitual que las personas que tienen malabsorción, la noten en forma de intolerancia, pero aún en estas ocasiones puede darse que ambos trastornos no coincidan», precisa el doctor Francesc Casellas Jordá, especialista en aparato digestivo y experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD). La intolerancia ocurre cuando las personas con deficiencia de lactasa presentan síntomas digestivos. Estos síntomas pueden ser muy diversos, heterogéneos y poco predecibles. Entre ellos figuran el meteorismo (o producción de gases), ruidos intestinales, hinchazón del vientre o diarrea sin sangre. De ahí que, cuando se sospeche de malabsorción, se deben realizar las pruebas diagnósticas adecuadas por parte de un médico, en lugar de autodiagnosticarse la enfermedad y decidir por uno mismo suprimir los lácteos de la dieta. Una de las principales recomendaciones de la SEPD es evitar la eliminación completa de los lácteos, manteniendo el consumo de una cantidad que no provoque síntomas. «Lo adecuado es ajustar el consumo a la cantidad que cada persona puede tolerar», explica el doctor Casellas. Fuente: https://sialaleche.org/la-malabsorcion-y-la-intolerancia-a-la-lactosa-no-implican-la-eliminacion-de-lacteos-de-la-dieta/ 

Yogur, rico al paladar, mejor aún para la salud

Tomarse un vaso de yogur varias veces al día es de sumo agrado para quienes lo prefieran. A ello se añade que se trata de un alimento muy conocido por sus propiedades o beneficios sobre la flora intestinal, su rico sabor, y por aportar una gran cantidad de calcio a los huesos. Además de ser saludable, es económico y existen muchas maneras de añadirlo a la dieta, ya que se puede ingerir solo, en postres y ensaladas, entre otras maneras. En medicina natural se sabe que si nuestro intestino está saludable, todo el organismo lo estará; es uno de los alimentos funcionales más conocidos por todos por sus beneficios sobre el sistema inmune. Según recientes investigaciones este alimento podría ser responsable de un favorable cambio de ánimo de quienes lo tomaron. El yogur se considera imprescindible para la salud, debido a que es un producto del grupo de los probióticos, los cuales contienen varias colonias de microorganismos vivos que influyen de forma positiva en esos resultados. Contiene una excelente fuente de calcio, magnesio y fósforo que son los minerales más importantes para mantener la salud de los huesos; hay que tener en cuenta que hay una mayor cantidad de estos en el yogur que en la leche, lo que se debe a que los microorganismos que la fermentan para convertirla en yogur, la convierten en más digestiva y tolerable. Contiene vitamina A y vitaminas del complejo B; además, sólo aporta por porción de 250 mg 150 calorías; al mismo tiempo, también se disminuye la proporción de colesterol que contiene la leche. Cada 100 g del alimento en cuestión contiene 180 miligramos (mg) de calcio, 17mg de magnesio, 240 de potasio y siete mil 140mg de fósforo. Contiene lactobacilos que ayudan a eliminar gases y reducen la molesta hinchazón abdominal. Sus microorganismos colonizan rápidamente la flora de los intestinos, estimulan las defensas y forman una barrera natural contra las bacterias nocivas. Las bacterias lácticas del yogur ayudan a estimular las defensas del organismo, y por ello se convierten en una gran ayuda contra los catarros comunes y otras infecciones víricas. Es beneficioso para evitar el estreñimiento y controlar la diarrea, y favorecer con ello la eliminación de los desechos del proceso digestivo reduciendo la incidencia de cáncer de colon. Tras una intervención quirúrgica abdominal, el yogur puede hacer que la recuperación sea más rápida y que se mejore la acción del tratamiento, dado que contribuye a la salud del aparato digestivo. El yogurt también se utiliza en el cuidado de la piel. Al mantener los intestinos limpios, estos absorben y eliminan con mayor eficiencia los nutrientes. En aplicaciones externas actúa como desinfectante y refrescante. Contribuye a que luzca más bella y atractiva. Un dato reciente es que algunos nutricionistas aconsejan tomar un vaso de yogur en horas de la merienda en la mañana y la tarde, si la persona hace dieta para bajar de peso. Fuente: https://sialaleche.org/yogurt-rico-al-paladar-mejor-aun-para-la-salud/ 

¿Qué hago si mi hijo no quiere tomar leche?

Le acercas la taza de leche y tu hijo pequeño la rechaza una y otra vez, y la escena ya se ha repetido muchas veces. No quisieras darte por vencido pero sabes que es una situación que genera estrés, tanto en el niño como en ti. Es una realidad, muchos padres se ponen ansiosos cuando su hijo no quiere o no puede, tomar leche. Y en parte, la preocupación tiene sentido: la leche y los productos lácteos son una de las fuentes principales de calcio en las dietas de los estadounidenses y un mineral crítico que los niños necesitan para desarrollar huesos fuertes, ayudar a los músculos a contraerse y transmitir impulsos nerviosos, según informa la Academia Americana de Nutrición y Dietética. ¿Qué cantidad de leche deben tomar los niños? Según el Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) los niños de 2 a 3 años necesitan consumir 2 tazas de leche por día. A los 4 años de edad, necesitan 2 tazas y media por día. Los requisitos de calcio aumentan a medida que los niños crecen, por lo que a partir de los 9 años, los niños y los adolescentes necesitan 3 tazas de leche por día. Cuando se trata de leche, el calcio no es lo único que aporta: también es una buena fuente de proteínas, ya que cada taza proporciona aproximadamente 8 gramos. Además, brinda otros nutrientes esenciales como la vitamina D y el potasio, que a menudo faltan en las dietas de los niños. Sin embargo, si los niños rechazan la leche porque simplemente no les gusta o tienen alergia, estos nutrientes pueden obtenerse a través de otros alimentos y bebidas amigables para los niños. Consulta al pediatra si crees que tu hijo podría tener alergia a la leche de vaca o intolerancia a la lactosa. Toma otras medidas para ayudarlo Si el niño sigue rechazando la leche, y a ti te preocupa que obtenga esos nutrientes, prueba estos trucos brindados por la Academia Americana de Nutrición y Dietética: Mezcla 8 onzas de yogur en un batido de frutas (equivalente a 1 taza de leche). Prepara mini pizzas con panecillos ingleses de grano entero, salsa de tomate y 1 y ½ onzas de queso rallado (equivalente a 1 taza de leche). Sírvele media taza de pudín instantáneo hecho con leche baja en grasa como un desayuno ocasional (equivalente a media taza de leche). Ofrécele media taza de queso cottage con fruta fresca (equivalente a ¼ taza de leche). La leche también puede ser disfrazada en las comidas favoritas de tu hijo. Intenta mezclarla en avena, cereal frío, sopa de crema y tomate, chocolate caliente y batidos caseros. También puedes convertir a la leche en una golosina agitando una cucharadita o dos de chocolate o jarabe de fresa en leche baja en grasa.

Tomar leche en el desayuno tiene muchos beneficios para tu salud

El consumo de leche en el desayuno reduce la glucosa en sangre durante el día, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Guelph, en colaboración con la Universidad de Toronto, Canadá. «Las enfermedades metabólicas están en aumento en todo el mundo, con la diabetes tipo 2 y la obesidad como principales preocupaciones en la salud humana. Por lo tanto, hay un impulso para desarrollar estrategias dietéticas para la reducción del riesgo y el tratamiento de la obesidad y la diabetes para ayudar a los consumidores a mejorar su salud personal», ha declarado Douglas Goff, autor del estudio. En concreto, los investigadores examinaron los efectos del consumo de leche en proteínas en el desayuno sobre los niveles de glucosa en sangre y la saturación después desayuno y tras una segunda comida. Así han visto que la leche consumida con cereales durante el desayuno redujo la concentración de glucosa en sangre postprandial en comparación con el agua, y la alta concentración de proteínas lácteas también minimizó la concentración este tipo de glucosa en comparación con la concentración normal de proteína láctea. A su vez, el tratamiento con alto contenido proteico redujo el apetito después de la segunda comida en comparación con el equivalente bajo en proteínas. El equipo examinó los efectos del aumento de la concentración de proteínas y de la proporción de proteína de suero en la leche consumida con un cereal de desayuno alto en carbohidratos en glucosa sanguínea, sensación de saciedad y consumo de alimentos durante el día. La digestión de las proteínas de suero de leche y caseína presentes de forma natural en la leche ayudan a liberar las hormonas gástricas que ralentizan la digestión, aumentando la sensación de plenitud. La digestión de las proteínas de suero logra este efecto más de una forma más rápida, mientras que las proteínas de caseína proporcionan un efecto más duradero. Por último, a pesar de que el equipo solo encontró una diferencia modesta en el consumo de alimentos en el almuerzo al aumentar la proteína de suero en el desayuno, encontraron que la leche consumida con un desayuno alto en carbohidratos redujo la glucosa en sangre incluso después del almuerzo, y la leche rica en proteínas tuvo un efecto mayor. De esta forma, han concluido con que la leche con una mayor proporción de proteína de suero tiene efecto insignificante en la glucosa en sangre antes del almuerzo, logrando una disminución mayor que proporcionaba la leche.

Grasa láctea, un nutriente diferente

La leche constituye uno de los alimentos de mayor valor nutricional y complejidad composicional, por lo que ha sido desde siempre objeto de innumerables estudios, siendo posiblemente el alimento más analizado e investigado. En los últimos años, la investigación científica enfocada en uno de los nutrientes importantes de la leche, la grasa láctea, ha demostrado nueva evidencia sobre sus bondades nutricionales y los beneficios de incluir lácteos enteros en el marco de una dieta variada y saludable. La leche y sus derivados son alimentos esenciales para el ser humano, y su aporte nutricional diario es fundamental en las diferentes etapas de la vida, constituyendo una relevante fuente de energía, proteínas de alto valor biológico, lípidos, calcio, potasio, magnesio, fósforo, y vitaminas (tanto hidro como liposolubles). Sus lípidos constituyen un valioso aporte energético, y un consumo moderado de leche no implica riesgo alguno con relación a la ingesta de ácidos grasos saturados (AGS), ácidos grasos trans (AGT) y colesterol. El gran aporte nutricional de la leche ha permitido establecer recomendaciones mínimas de ingesta de este producto y de otros productos lácteos (2 a 5 porciones diarias) en función de la edad y el estado fisiológico (especialmente en el embarazo, la lactancia, la infancia y pubertad, y en el adulto mayor). La prevalencia de sobrepeso, obesidad y las enfermedades no transmisibles (ENT) están aumentando a un ritmo alarmante, por lo que el control de peso se ha convertido en un tema importante de salud pública en todo el mundo. Hasta el día de hoy y en general, la investigación científica en nutrición continúa indicando que el consumo de tres porciones diarias de leche, queso o yogurt, como parte de una dieta equilibrada rica en nutrientes puede ayudar a mantener un peso saludable. Además, varios estudios clínicos aleatorizados han demostrado que las dietas que incluyen tres porciones de lácteos por día: 1) Mejoran el peso corporal y/o la pérdida de grasa corporal en adultos obesos y con sobrepeso en condiciones de restricción calórica y cuando el consumo de lácteos y/o de calcio se incrementa desde cantidades inadecuadas a cantidades adecuadas; 2) Ayudan a los adultos a reducir el aumento de peso corporal en condiciones donde no se reduce el consumo de energía. Por otra parte, en todos los estudios clínicos que examinaron el papel de los productos lácteos en la reducción de peso corporal bajo condiciones de restricción calórica, se logró la pérdida de peso. Por lo tanto, la preponderancia de la evidencia científica apoya el papel benéfico de los productos lácteos (leche, yogur y queso) en el control de peso. Aunque existe una creciente percepción de la relación entre los ácidos grasos de la dieta y la salud, no hay ninguna evidencia convincente para hacer recomendaciones generales sobre la restricción del consumo de grasa láctea. Los productos lácteos enteros destacan en el conjunto de una dieta equilibrada por la presencia de componentes lipídicos bioactivos, proteínas de alta calidad y son la fuente por excelencia de calcio biodisponible. El consumo de lácteos enteros (con grasa) no evidencia aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular ni obesidad. Las proteínas lácteas inciden en la reducción de la presión arterial y en el riesgo de diabetes. En individuos con sobrepeso, contribuye al control del índice de masa corporal (IMC). A la vista de las evidencias científicas disponibles hasta este momento, se puede afirmar que, en individuos sanos, la inclusión de leche y productos lácteos con grasa en una dieta equilibrada puede ser muy beneficioso para la salud.